If you talk about the game, you lose the game: 13 de marzo de 2015
If you talk about the game, you lose the game. You expose yourself, your twisty hints, the meaning of any half-smile, your seemingly subtle motives. Maybe it’s best to talk in questions, never directly state your intentions or the reasons behind your actions. Maybe you just shouldn’t talk at all, and use your eyes to direct attention, your body as la máquina que genera tu energía personal. The way you walk is the way you are.
I’m convinced it’s best to spiral away into the forever-abstract, like a Da Vinci conch, into the place where language began and its evolution fueled our already inquiring minds. It’s still happening, we’re still in a fucked-up, maybe-symbiotic-but-possibly-toxic relationship with language. Does it influence us or do we influence it? I’m obsessed with language, how our psychology differs from that of other cultures because we are taught to express our thoughts and feelings in particular sentence structure, in a particular language that forms our thought processes based on cultural and historical developments and evolutions.
¿De qué estoy hablando? Ahora un cambio de tema. Mi español es horrible, pero es por no hablar, por no escuchar español en todos momentos en el hostel. Me doy cuenta que no tengo nada que decir, y cuando los otros me parece que están esperando algo de mí, me pone nerviosa, porque no quiero hablar. Quiero escuchar. No quiero explicar cosas de mi pasado que no son importantes para mí, cosas en que ya he pensado tanto que blah blah blah, no hay nada más interesante ahí. Yo sé cómo soy, sé cómo me ha influido mi infancia, no hay nada más para analizar.
Para mejorar mi español necesito hablar, pero no tengo esa necesidad, como todos los demás. Pocas cosas me dan tanta pasión o interés que quiero gastar tanta energía abriendo la boca para expresar mi opinión. No tengo una opinión; todo me da igual; todo está bien, en serio. Siempre necesitaba más silencio que los otros, más tiempo sola para escuchar al universo, para escucharme a mí.
Algunos se enojan cuando busco ese silencio para escribir, o cuando empiezo a escribir en el medio de la fiesta, la gata rubia en el fondo, pero yo me siento con equilibrio escribiendo así como lo hago. Me encanta escribir, me ayuda aprender y encontrar lo que quiero decir. Es mi alma, es la sensación de que un espacio blanco se extiende para siempre: eterno, completo, hondo. Es un arte descubierto en una mente llena de nubes, en fotos con orbes brillantes de los fantasmas. Es una mirada con propósito, un instinto para defenderse, una emoción indefinida que te molesta hasta que te des cuenta que no importa.
Siempre he querido una conexión mental con otra persona, pero ahora creo que no es necesario (estoy perfectamente contenta con el dejar de usar la voz y hablar con los movimientos de las manos y los ojos). Sólo quiero fumar marihuana y reírme hasta que me duela el estomago. O poder sentarme con otra persona en silencio y no tener la sensación que está incómodo. O hablar de las diferencias entre los idiomas, cómo nuestra lengua nos influye la mente; las diferencias en la cultura – de música, arte, libros, gente – y cómo el medio ambiente y clima cambian todo. Somos parte de la tierra y el cielo; nuestro temperamento es una reflexión de la temperatura de nuestra clima.
La playa en la noche con vino y estrellas, los perros de la calle atraídos por la energía humana, viajando por dedo y siempre teniendo suerte; hacemos nuestra suerte como hacemos nuestro dinero – en la calle, hablando con la gente, siguiendo la buena onda…
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